Título: Te vi
Autor: Pao
Pareja: TaDaiki♥
Género: Shonen-ai
Notas: SAHDFSAHG porque tengo obseción con TaDaiki, y si la montaña no viene hacia tí, tu tienes que ir hacia ella, así que... esto es sólo de prueba, no supe como hacer el final ni eso~ pero algo es algo dijo el calvo o_ó La idea la saqué de Zapatos de Cocodrilo de Alfonso Suárez Romero en la hist. de Raquel y Bruno e_é y la canción es Te vi de Sin Bandera ;w; JOJO---
Solía ser una persona que sólo se preocupaba por sí misma, por cómo lucía, por cual era la imagen que daba hacia el mundo, pero realmente no me importaba el mundo, la imagen que tenía de él era tan pobre, nada ni nadie me llenaba. Todo era tan vacío.
Pude haber tenido cientos de novias, jamás sentí algo más que atracción física.
Cuando veo películas románticas, tan extraño en mí, sólo porque mi mamá me obliga a verlas con ella, siento que todo es más que una mentira, ¿cómo una persona podría llegar a ser todo para otra? ¿Qué era eso llamado amor? ¿Por qué parezco ser la única persona que no aparece en las flechas de Cupido?
De pronto te vi, y pensé que nunca más, iba a quedarme a despertar, lejos de ti.
Desde hace meses atrás iba al video club todos los sábados a rentar alguna película de miedo o de acción, regresaba a casa, ponía palomitas en el microondas y subía a mi cuarto. Se hizo una rutina, me empezaba a aburrir.
Un día, para ser exactos un viernes, fui a entregar unas películas que había rentado una semana atrás, tenía que pagar extra por no haberlas devuelto a tiempo, ¿qué importaba?
Fui al video club y estaban a punto de cerrar, un chico, un poco, más bien mucho más bajito que el chico que me atendía cada sábado, estaba dando la espalda a la puerta, estaba guardando películas que recién tal vez habían entregado; tosí un poco para que se diera cuenta de mi presencia y me acerqué a la caja, él volteó.
-Buenas noches, ¿encontró lo que buscaba? – decía sonriendo
Y supe que por ti, iba a robarle el cielo al mar, y a las estrellas un collar, para ti.
Para ser claro y sin andarme con rodeos, tenía la sonrisa más hermosa que había visto, ni siquiera todas aquellas chicas que podían llamarse “mis novias” llegaban a tener una sonrisa tan pura como la de él.
-Sólo vengo a entregar esto – dejé las películas sobre la caja y entregué mi identificación del video club
-Oh… Takaki Yuya-san, el cargo será de 100 yenes solamente – tomó las cajas y checó que tuvieran los CDS
Saqué de mi billetera el dinero y se lo di, hizo la nota de entrega y me lo dio junto con mi identificación.
-Gracias y vuelva enseguida – sonrió
Di la vuelta y seguí el camino hacia afuera. Iba caminando rumbo a mi casa y chequé el recibo: “Le atendió: Arioka Daiki”… Claro, claro que volvería enseguida.
Llegué a mi casa y todo parecía completamente normal, mis amigos ya me estaban esperando afuera para pasar la noche… ¿qué es lo que hacíamos? Kota era el único con automóvil, entonces paseábamos por Tokio hasta que se cansara de manejar, tomábamos y fumábamos, cada viernes, ¿qué no es lo que hacen los chicos de nuestra edad? Disfrutando que ya nadie te puede decir nada porque ya eres adulto legalmente… Eso era vida para mí, no necesitaba nada más. A veces ellos iban con sus novias, o cualquier otra chica que quisiera subirse al auto y terminar a cientos de km lejos de su casa, ¿yo qué hacía? Sólo besaba por besar, esa era mi vida.
Mis padres se habían divorciado cuando tenía 10 años, y desde entonces no hemos sabido nada de él, mi mamá sale con un hombre diferente cada mes, mis hermanos siguen estudiando, yo era el único que no lo hacía, ¿por qué? Porque simplemente el estudio no se me daba. Pero yo estaba a gusto con eso, eso pensaba. Creía que el vacío que sentía en el pecho era porque todo el mundo sentía lo mismo.
Ya era sábado y a la misma hora de siempre fui al video club, pero todo era tan igual a todos los sábados, era el mismo chico, el mismo ambiente, no se asemejaba a lo que había pasado el viernes, este chico no me hacía sentir que mis rodillas temblaran, ni mucho menos que algo que se supone que todos los seres humanos tenemos que se llama corazón, latiera.
Y yo que siempre presumí, de que nadie me iba a atar y que siempre me quise a mí, sobre todo lo demás.
Y ese se hizo mi nuevo hobby, iba cada sábado a rentar cualquier película, había veces que ni siquiera sabía cuál era y no la veía en la semana, sólo esperaba a que fuera viernes a las 8 de la noche para poder ir a entregarla, no me importaba gastar 100 yenes cada sábado, y es que sólo iba para poder verlo a él, era extraño, no sabía por qué lo hacía, era un simple chico… No, ¿a quién quiero engañar? No era un simple chico, cada que entraba al video club su sonrisa ya me esperaba, el ambiente se hacía tan liviano, había más luz de lo normal, ¿o es que nunca me había dado cuenta? No lo sé, no sé qué era lo que sentía cada que lo veía, pero me gustaba esa sensación que sólo él podía provocarme.
Y todos los viernes era lo mismo, entraba, él estaba distraído guardando películas, tosía, me acercaba, me sonreía, pagaba, me regresaba mis cosas, rosaba sus manos, sonreía, me iba.
Se veía tan bien con ese uniforme azul con orillas amarillas, su piel tan blanca que parecía ser tan suave… Me estaba obsesionando con él. No creía en ningún dios, pero a veces rezaba al aire que ya fuera viernes cuando apenas era sábado e iba saliendo del video club.
Un día me atreví a hablar. Realmente no sabía que iba a decir, pero necesitaba saber más de él…
-100 yenes, por favor – como siempre, sonreía
-Claro… ¿cuál es tu nombre? - ¿tonto? Claro, como si no lo supiera, como si no llevara un gafete en su camisa con su nombre
-¿Por qué nunca entregas tus películas a tiempo? – preguntó tan tranquilo
-Yo… no lo sé - suspiré y giré la vista para dejar de verlo
-Trabajo aquí lunes, miércoles y viernes, yo cierro, entonces salgo a las 8 en punto, al menos que alguien venga a entregar una película que rentó desde una semana atrás… -sonreía
-Lo siento
-Está bien… ¿Me ayudas a cerrar?
Tomó las películas que había entregado y fue hasta sus stands y las acomodó, señaló otras dos y dijo si podía colocarlas donde debían, eso hice, cinco minutos después apagó las luces y nos encaminamos hasta la salida.
No sabía que decir, él decía todo prácticamente, pero no me molestaba. Fuimos a tomar un café helado porque él aun no era mayor de edad.
¿Su historia? Era el hijo menor de una familia común y corriente, tenía 19 años, pero aparentaba de 13, estaba en una buena escuela, pero trabajaba porque le gustaban las películas, también era fanático de la música y de los pockys.
Y así fue, como un mes iba y hacía lo mismo y salíamos en la noche, dejé de salir con mis amigos por él, pero no me importaba, estar a su lado se sentía mucho mejor que cualquier otra cosa.
De pronto te vi, y tú me miraste a mí, cambiaste mi vida justo ahí, sólo porque te vi.
Sus labios. Podría jurar que sus labios eran más deliciosos que cualquier otra cosa, que cualquier otro postre; suaves, gruesos, tibios, hermosos. ¿Cómo lo sé? Fue un viernes cuando lo llevaba a su casa después de haber cenado, recién había dejado de llover, realmente estábamos empapados, pero no importaba de tanto que estábamos riendo. Llegamos a su casa y nos quedamos un rato más hablando en el porche, él estaba recargado en una viga y yo en la otra. Ya pasaban de las 11 de la noche, ya me iba a ir, pero recordé que le había dado a guardar mi celular porque yo no traía bolsas para guardarlo, me acerqué a él y empezó a buscar dentro de las bolsas de su pantalón mi celular, lo encontró y cuando me lo iba a dar le acaricié una mejilla; era tan suave, fría, me acerqué más y la besé, pude sentir cómo rodeaba mi cintura con sus brazos y me separé un poco, sonreía, ¿qué nunca se cansaba de sonreír? Tomé su rostro entre mis manos y me fui acercando más a sus labios hasta rozarlos, hasta sentir su respiración en la mía, ¿qué pude haber hecho? No lo sé, pero sólo atiné a besarlo.
Al principio era un beso lento, de esos besos que aunque ya seas un experto en besar, parecía ser el primero. Así despacio continuamos hasta que rodeé su cuello con mis brazos y él me apegaba más a su cuerpo, acariciaba mi espalda y yo su nuca, abrió su boca y ante tal invitación mi lengua entró libre por ella. Ambos suspiramos al mismo tiempo que nuestras lenguas se juntaron, estábamos tan distraídos del mundo que no nos dimos cuenta que su hermano recién había llegado en su auto, nos separamos al sentir sus pasos. Daiki lo veía con cara de miedo, su hermano nos miraba con cara de negación, yo quería hacerme pequeñito de la vergüenza o de lo que pudiera pasar.
-Daiki, ya es tarde, entra a la casa – dijo serio acercándose a mí
-Ozaki…
-Ve adentro – volvió a decirle, señalando la puerta
-Haz caso Dai, hasta luego – dije sonriendo un poco nervioso
Daiki sólo asintió y entró a la casa, su hermano seguía viéndome de los pies a la cabeza, suspiró y me miró a los ojos.
-Cuídalo bien – me dio una palmadita en el hombro izquierdo y entró a la casa.
De camino a mi casa iba con una sonrisa enorme de tonto, no sabía si era porque su hermano no se había enojado o porque lo había besado, o por ambas cosas. Llegué a mi casa, como siempre ya todos estaban dormidos, subí a mi cuarto y me quité la ropa y me acosté, viendo hacia la ventana, llevé una mano a mis labios. No entendía, no entendía para nada lo que él lograba en mí… Rayos, ya no podía estar separado de él, ahora sentía la necesidad de bersarlo todos los días de mi vida, de tenerlo entre mis brazos…
Y ahora entiendo por qué el sol, se ha quedado en mi jardín, porque el aire sólo huele a ti.
Y ahora sé que es amor, ahora sé lo que se siente ser todo para una persona y que esa persona sea todo para mí…
De pronto te vi, y tú me miraste a mí, cambiaste mi vida justo ahí, sólo porque te vi.
Cambiaste mi vida... porque te vi.
